lunes, 27 de junio de 2011

Escuchando al corazón...



Impotencia, maldito sentimiento...
Quiero que algo cambie desesperadamente, me gustaría manejar la situación como si de una marioneta se tratara. Por un momento, desearía que mi vida no fuera nada más que un videojuego, algo virtual donde se me permitiera volver atrás, donde las oportunidades fueran infinitas. Un mundo en el que cada personaje fuera como es, sin contradicciones ni trampa alguna. Podría usar trucos que solucionaran mis problemas tan solo apretando un botón.
Desgraciadamente, no es así.

Las personas somos impulsivas, a la vez que racionales (aunque esto último podría discutirse). Nos dejamos llevar sobretodo por nuestras intuiciones, sentimientos y sensaciones, y muchas veces no pensamos antes de actuar.
Para que una persona sea feliz consigo misma, es necesario que encuentre un equilibrio entre sus pasiones y sus razones (Platón estaría de acuerdo conmigo). Ha de pensar y reflexionar para después actuar correctamente. Aunque todos sabemos que esto teóricamente parece muy fácil, pero la realidad es bien distinta.

Me gustaría poder decir que yo he encontrado ese equilibrio, pero es imposible. Siempre voy a dejarme llevar por mis sentimientos, pues soy una persona impulsiva y bastante sensible. No me gusta ser así, es un sufrimiento añadido a la vida, pues la actitud de una persona repercute mucho en cuanto a su bienestar. Sin embargo, me he acostumbrado a mi manera de ser, y poco a poco he ido mejorando con grandes esfuerzos.

Pero no quiero hablar de impulsos, sólo de sentimientos. 
Hoy he hecho algo que no hacía durante mucho tiempo: he escuchado a mi corazón. 
Y sí, he decidido que no voy a hacer lo que me dicta. Porque implicaría más sufrimiento, más decepciones, más dolor... Y creo que ya he pasado demasiado tiempo con estas sensaciones en mi interior. Aunque nos cueste y nos parezca antinatural, hay momentos que debemos actuar con la mente. Tenemos que acallar esa vocecilla de nuestra conciencia que nos incita a actuar, sobretodo porque sabemos de sobra que eso solo nos llevará a sentirnos peor. Y sí, cuesta mucho no actuar impulsivamente, callarse las emociones y los desahogos, tragarse las lágrimas y las palabras de reproche, pero hay que hacerlo. Hay que tapar las heridas y pensar en otras cosas, como por ejemplo y en mi caso, debo pensar en mí misma.

Y es que me he dado cuenta de que el amor puede ser el mejor sentimiento que una persona puede experimentar, pero también puede ser el peor. Y puede que evadirnos de él sea lo más conveniente en ocasiones, porque incluso puede llevarnos a la locura.
Es normal: tantos momentos compartidos, tantas ilusiones, tantas promesas sin cumplir y tantos planes por realizar, tantos sentimientos ivolucrados...nos invitan a seguir creyendo en el amor. Pero hay que aprender a decir basta,a pensar racionalmente y ver las cosas desde afuera con objetividad y en frío. 

Eso he aprendido hoy, preguntando a mi corazón qué debía hacer he hallado la respuesta. Voy a intentar protegerlo de todas las formas posibles, para que nada ni nadie le haga daño de nuevo. Él se lo merece.
Ahora mi mente y mi razón ocuparán su lugar durante el tiempo que sea necesario, pues de momento es la única forma de sentirme no tan mal.

Impotencia, maldito sentimiento...


No hay comentarios: