Hay momentos en los que me encantaría ser otra persona, tener otra vida. Hay veces que desearía que la tierra me tragase. O incluso fantaseo lo fácil que sería vivir sin corazón, sin sentir absolutamente nada. Sé que es imposible, y que llego a esas conclusiones sin tomármelo realmente en serio. Pero aun así, no puedo evitarlo...Sobre todo cuando me domina la imotencia, la rabia. Cuando me siento sola e incomprendida.
Porque a veces la vida se complica de tal manera que pierdes las fuerzas de enfrentarte a ella y a sus problemas. Solo quieres alejarte de ellos, ignorarlos como si no estuvieran. Pensar en otras cosas banales, sumergirte en fantasías que sabes que jamás se cumplirán. Viajar en el tiempo y recordar el pasado. Te parece que antes todo era mucho más sencillo, y añoras la felicidad que sentías al ser un niño, viviendo en la completa ignorancia.
Son épocas, son días, son personas, son obligaciones y responsabilidades. Son ellos los factores que influyen en el juego de la felicidad. Y hay situaciones en las que sientes que no puedes con todo.
Últimamente sientes que las personas más cercanas a ti te están decepcionando. El estrés te desgasta y te come por dentro, impidiendo ue pienses sin claridad. Pagas tu mal humor con los que menos se lo merecen y luego te sientes culpable por ello, pero ni siquiera te atreves a pedir perdón. Te lamentas por dentro, pero disimulas y aparentas que no pasa nada.
Pero te das cuenta de que lamentarse no sirve. Y de nuevo ahí está la impotencia, ahogándote, dejándote al borde las lágrimas. No sabes cómo escapar de tus problemas, te sientes tan perdido y desorientado... Finalmente acabas resignado, te muestras indiferente y actúas lo mejor que puedes. Qué remedio te queda.
"Así es la vida", piensas encogiéndote de hombros y esperando que mañana sea otro día.